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Alimentos malos vs. malos procesos de alimentos

Alimentos malos vs. malos procesos de alimentos

¿Alguna vez has escuchado que el pan blanco es “malo”? ¿o que la leche y los lácteos "son malos" y los adultos no debemos consumirlos? Vivimos en una época donde la información sobre nutrición abunda, pero muchas veces llega envuelta en juicios extremos.

Lo cierto es que, lejos de ver los alimentos como enemigos, vale la pena reflexionar: no hay alimentos malos, solo malos procesos para los alimentos.

¿Qué significa esto exactamente?

En lugar de culpar a un alimento específico, como el arroz, la leche o el pan, es más útil investigar cómo se producen, procesan y consumen esos alimentos. Por ejemplo:

  • El maíz y el trigo en su forma natural son granos bastante nutritivos. Pero si se convierte en un snack ultraprocesado con grasas saturadas, exceso de sodio y aditivos artificiales, deja de ser una opción saludable. 
  • El azúcar es una fuente de energía rápida. En exceso o como ingrediente oculto en productos procesados, puede ser un problema. Pero no es “veneno” por sí sola.
  • El pan blanco no es un villano. Puede ser parte de una dieta equilibrada si se consume con moderación y acompañado de otros alimentos ricos en fibra y nutrientes.
  • Los lácteos, como la leche o el yogurt de vaca, son alimentos muy completos y nutritivos pero al utlraprocesarlos, pierden sus propiedades, no sólo nutricionales sino sus enzimas y grasa naturales. Acaban siendo alimentos que causan intolerancias y alergias

¿Por qué los procesos importan tanto?

Los procesos pueden transformar un alimento simple y saludable en algo muy diferente. Y aquí es donde nace la confusión, el problema no es el alimento en sí, sino lo que le hacemos. Los métodos industriales pueden alterar el valor nutricional de los alimentos:

  • Pérdida de fibra y nutrientes durante el refinado (como pasa con productos hechos de maíz o trigo)
  • Se reemplazan ingredientes para abaratar los productos, como usar suero de leche en vez de leche para hacer queso
  • Uso excesivo de conservadores, saborizantes y colorantes artificiales
  • Procesos que aumentan la densidad calórica sin aportar saciedad

¿Y cómo afecta el cómo comemos? 

No solo importa cómo se producen los alimentos, sino también cómo los consumimos: ¿Estamos comiendo con conciencia o en piloto automático? ¿Lo usamos para nutrirnos o como una forma de lidiar con el estrés? ¿Nos sentimos culpables después de comer algo “prohibido” o "malo"?

La cultura de la culpa alimentaria también es parte del problema. Necesitamos recuperar una relación positiva y equilibrada con la comida.

Tips para ir hacia una alimentación más consciente

  1. Evita las etiquetas extremas como “bueno” o “malo” para los alimentos, sobretodo enfrente de tus hijos Lee las etiquetas para conocer los ingredientes, no solo las calorías.
  2. Busca productos con pocos ingredientes y de buen origen
  3. Prioriza alimentos frescos y mínimamente procesados
  4. Disfruta lo que comes, porque el placer también es parte de una alimentación saludable.
  5. Sé amable contigo misma o mismo, porque comer bien también es emocional.

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Alimentarnos es nutrirnos. No hay alimentos malos solo decisiones más o menos informadas, y procesos que podemos elegir mejorar.

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